Sexto triunfo seguido de unos Warriors embalados en los que mañana debuta Cousins. 43 triples totales y gran esfuerzo de los Pelicans.
En back to back y en su mejor momento de la temporada, los Warriors le han metido 142 puntos a los Nuggets y 147 (147-140) a los Pelicans en poco más de 24 horas. Unos Pelicans a los que, y es la prueba del nivel del Oeste, resulta increíble ver en 21-24, a tres partidos y medio de los playoffs, especialmente cuando tienen al eje de su roster sano (ojo que Anthony Davis acabó tocado este partido). Pero así están en las cosas en una Conferencia en la que habrá al menos cuatro equipos fuera de playoffs que se clasificarían sin problemas y con galones en el Este. El Oracle, por lo demás, rugió como nunca (o más bien como tantas veces), con una versión muy reconocible del campeón, que lleva seis victorias seguidas, ocho en nueve partidos… y para el próximo, el viernes, estrena a DeMarcus Cousins. Ya en 31-14, al frente del Oeste y a la caza de Bucks y Raptors, no parece una apuesta arriesgada asegurar que hemos dejado atrás lo peor de este equipo y que en abril será favoritísimo (todavía más, quiero decir) a sumar el cuarto título en cinco años.
Por ese camino, el de los títulos y los récords, quedan partidos de baloncesto extraordinarios, como este en el que los Pelicans pusieron todo de su parte para que así fuera, en la segunda parte un ambiente de playoffs, una intensidad de eliminatoria con rebotes peleados a sangre, jugadores por el suelo e intercambio de golpes hasta que el aspirante, con Davis agorrotado por el dolor, ya no pudo más. Le tumbaron finalmente los rebotes de ataque de Looney, el trabajo de Iguodala y los triples (hasta esto está virando en los Warriors) de Draymond Green, que anotó dos decisivos al final (4/7 total), acabó con 17 puntos, 6 rebotes y 14 asistencias, está volviendo a su mejor versión tras unos meses espantosos y parece especialmente feliz con el aterrizaje de Cousins. Problemas, todo son problemas para el resto de equipos.
Triples, decía: un rato después de que Rockets y Nets batieran el récord de intentados (106), Warriors y Pelicans superaron el de anotados entre dos equipos en un partido, 43 por los 41 que habían metido los propios Warriors y los Kings. De forma muy dulce: 19/37 los Pelicans, 24/49 unos Warriors que igualaron su tope, los 24 que también metieron en Chicago el día de los 14 de Klay Thompson, que esta vez se quedó en 4 (4/8) por los 5 (5/10) de Kevin Durant (30 puntos, 15 rebotes), los citados 4 de Green… y los 9 de Stephen Curry, que pasó de los problemas iniciales de faltas a acabar con 41 puntos y un 9/17 desde la línea de tres que le pone, hay que leerlo varias veces, en 28/49 en los tres últimos partidos.
Más allá del grosor obvio de su estadística, Curry firmó uno de esos tramos marca de la casa que provocan en el Oracle uno de los efectos más sísmicos del mundo del deporte: cinco triples casi seguidos agitaron un parcial de 28-11 que hizo que el tercer cuarto pasara de un 82-98 al 110-109 final tras 2+1 espectacular de un Iguodala que, como Livingston, también están en su versión más reconocible. Por entonces, y aunque los Pelicans volvieron a mandar después (hasta el 123-124) era imposible dudar de que la victoria se acabaría quedando en la Bahía.
El sensacional partido en ataque de los Pelicans, que dieron la sensación de que habrían ganado en cualquier otra pista, obligó a que los Warriors remontaran mil veces desde que su 21-14 de salida, en la inercia de Denver, se convirtió en un 34-57 en el segundo cuarto, en el que Mirotic (29 puntos, 5 rebotes, 6/10 en triples) tuvo minutos espectaculares). Jrue Holiday jugó una gran segunda parte (25+6+7), Randle cumplió y sin parecer tan dominante como otras veces, Anthony Davis acabó con 30 puntos, 18 rebotes, 7 asistencias y 3 tapones en un partido en el que solo hubo 20 pérdidas totales (10 por bando) y en el que, insisto, los de Louisiana seguramente habrían ganado si hubieran jugado contra cualquier otro. Pero no pudieron con estos Warriors, con este Curry, con un Draymond Green que está de vuelta… Y mañana, DeMarcus.